Al volver los Apóstoles, le contaron cuanto habían hecho; y tomándolos consigo, se retiró a solas con ellos hacia una ciudad llamada Betsaida. Pero las muchedumbres se dieron cuenta y le siguieron. Y acogiéndolos, les hablaba del Reino de Dios, y sanaba a los que tenían necesidad de curación.
El día comenzaba a declinar, y los doce se acercaron a decirle: “Despide a la muchedumbre para que vayan a las aldeas y cortijos del contorno, donde se alberguen y encuentren provisiones, pues aquí estamos en un lugar solitario”. Él les contestó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos le dijeron: “No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar provisiones para toda esta gente”. Porque eran unos cinco mil hombres. Y dijo a sus discípulos: “Hacedlos recostarse por grupos como de cincuenta”. Lo hicieron así, diciéndoles que se recostasen todos. Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo, los bendijo y partió, y los iba dando a los discípulos para que los sirviesen a la muchedumbre. Comieron, se saciaron todos y se recogió lo que les había sobrado. Doce cestos de pedazos.
San Lucas, 9, 10-17